Una vez pasada la Semana Santa y dejado el lluvioso mes de abril, la llegada de mayo nos hace  pensar en la llegada del verano y del buen tiempo. La preocupación por mejorar nuestra imagen y el interés por desprendernos de los “kilitos” que hemos podido ganar en el invierno es el inicio de la “operación bikini”. Con esta operación muchos pretenden conseguir, de forma rápida, la pérdida de peso y la tonificación del cuerpo. Para conseguir el objetivo se recurre a la práctica deportiva y a dietas milagro que prometen resultados reales en poco tiempo. 

El interés desmedido por conseguir mejorar nuestro peso puede convertirse en una carrera contrarreloj llena de riesgos para nuestra salud. Desde un punto de vista nutricional, uno de estos riesgos es el conocido “efecto rebote” que se produce por adoptar una dieta muy baja en calorías con la que perderemos además de grasa, una parte importante de músculo y agua,  conseguiremos ralentizar nuestro metabolismo y cuando volvamos a nuestra dieta “habitual” recuperaremos todo el peso perdido y ganaremos algo más.

Pero existen otros riesgos menos conocidos y con mayor implicación en nuestra salud. Me estoy refiriendo a la incidencia de esta operación bikini en nuestra microbiota intestinal. La microbiota intestinal es el conjunto de bacterias y otros microorganismos que se alojan en el intestino. Estas bacterias, que se cuentan por cientos de billones, son cruciales para nuestra salud. Desempeñan un papel clave en actividades importantes del organismo, desde mantener en funcionamiento el aparato digestivo hasta ayudar al sistema inmunitario en la defensa contra intrusos, como los virus que causan  enfermedades. La microbiota intestinal ayuda a nuestro sistema inmunitario, mejora nuestras defensas frente a agentes externos, facilita la digestión de ciertos alimentos y minerales, sintetiza vitaminas e incluso produce neurotransmisores. 

En la actualidad, hay suficiente evidencia científica que refuerza la importancia de la dieta para el establecimiento, la estructura y la actividad funcional del microbiota intestinal, así como  estudios que demuestran el papel de la dieta en determinadas enfermedades a través de sus efectos sobre las comunidades microbianas del intestino. Muchos trastornos gastrointestinales  y otras patologías clínicas están relacionados con alteraciones en el microbiota intestinal, tales como la enfermedad de Crohn, el síndrome de colon irritable, la diarrea crónica.

La alteración  del microbiota intestinal, bien porque varíe la diversidad de especies de bacterias y microrganismos o porque varíe el número de cada una de ellas, se conoce como disbiosis y puede tener varias causas como la toma de medicamentos, la genética de cada persona, el estrés  psicológico o una dieta desequilibrada. Cuando hay disbiosis puede haber un aumento de la  permeabilidad intestinal y se puede producir: diarrea, gases, dolor intestinal, desnutrición e  inflamación sistémica que predispone a enfermedades crónicas, alérgicas y autoinmunes. 

Como hemos dicho una dieta inadecuada puede producir desequilibrios en nuestra microbiota afectando a nuestro estado de salud, pero también puede afectar a nuestro proceso de pérdida de peso. La Sociedad Americana de Microbiología ha concluido que la microbiota intestinal es un factor importante que modula el éxito o no de una intervención para perder peso. Tanto si existen problemas gástricos como si se pretende perder peso hay que tener presente la incidencia de la microbiota intestinal, por lo que acudir a un nutricionista es la mejor opción.

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